Esta semana se han cumplido 2 años desde que el mundo se paró y nos enviaron a casa. Ya han pasado dos años desde el primer día que nos empezaron a llegar noticias sobre la Covid, y no sé tú, pero no me imaginaba que la que nos venía encima sería así de grande.
Hace meses que las personas que nos dedicamos al acompañamiento de procesos personales observamos que la exposición constante a hablar del mundo Covid -medidas, restricciones, incongruencias, etc- y del mundo en general- los procesos migratorios, las guerras, la subida del coste de la vida..-, ha provocado un aumento de los niveles de angustia y ansiedad.
Recuerdo leer un artículo a mediados del 2020 en el que explicaban que el sentimiento constante de alerta y amenaza podría tener consecuencias en la forma de relacionarnos. No quiero entrar a hablar de todas las situaciones distópicas y dolorosas que nos atraviesan actualmente, imagino que ya sabes de qué hablo, el caso es que desde 2020 vamos en escalada hacia un escenario donde sí o sí debemos replantearnos los modelos de consumo, la forma que tenemos de vivir y cómo no, nuestros vínculos.
¿Tu forma de vincular ha cambiado?
Si me hubiesen contado que en un par de años la nueva normalidad sería vivir con ansiedad y en hiper-alerta constantemente…no me lo hubiera creído. Y me lo encuentro a menudo en las sesiones de terapia, mujeres que piden estrategias para sostenerse dentro de un mundo insostenible. Y lo peor es que parece que poco a poco nos la van colando, con la creencia de que hay algo erróneo en nosotras, Jara Pérez, en su libro La locura como superpoder, nos pregunta sobre qué hablamos cuando decimos que somos normales. ¿Qué es ser normal? ¿Qué entendemos por normal?
Como seres interdependientes, entendemos la normalidad como todo lo que nos hace sentir que pertenecemos a nuestro grupo de iguales. ¿Pero qué ocurre si cambia lo que hasta ahora entendía como normal en los vínculos? ¿Qué ocurre si después de estos dos años, las necesidades relacionales han cambiado?
Es un tema presente estos días, algunas personas no pueden más, ya no pueden con lo que se supone que es normal. ¿Cómo se gestiona la sensación de carecer de fuerza? A veces parece que necesitamos petar y reventar para salir de los bucles. Es una forma que tenemos de adaptarnos al cambio: petar, aprender, revisar, acercarnos a nuestras necesidades y después poner límites. Hasta que vuelves a petar.
Al final, reconocer que la forma en que nos hemos vinculado en nuestras relaciones tenía una tendencia y que ahora, después de todo el estrés e incertidumbre vividos, estamos navegado en nuevas aguas, es una forma de acercarnos a nosotros mismas y seguir sosteniéndonos.
Por si te puede servir de ayuda te dejo 5 preguntas guía para que te las hagas en los momentos en los que te sientas desubicada, son preguntas que te pueden ayudar a diferenciar entre lo imprescindible y lo importante. Porque desde una mirada de cuidados, lo imprescindible es que tú te sientas estable. Y esta estabilidad también pasa por reformular ciertos vínculos que hasta ahora eran maravillosos y, alomejor, ahora se están haciendo insostenibles.
La primera pregunta, a pesar que pueda parecer simple, nos ayuda a conectar con nuestro cuerpo. El cuerpo no engaña. El cuerpo sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Una vez hayas podido sintonizar con tu cuerpo, después pídele a tu mente, para que te ayude, a ser una aliada. Recuerda que nada de lo que ocurre es tu totalidad, son partes internas tuyas que se manifiestan pidiendo ayuda o protegiéndote para no sufrir de nuevo.