TERAPEUTA GESTALT

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La ira también es para las mujeres

Cris

Cris

Terapeuta gestalt especializada en reprocesamiento del trauma y en acompañamiento psicológico a la salud sexual de la mujer. Hago consulta presencial en el Alt Empordà y también en formato online.

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En el imaginario colectivo los conceptos femenino y masculino no son neutros, tienen un importante componente de género que discrimina la realidad de personas que no se definen en términos binarios.

En esa danza de abrirme a la posibilidad de abolirlos de mi diccionario de acompañamiento terapéutico, estoy reflexionado sobre cómo podría sustituirlas cuando quiero manifestar lo que representa la energía masculina o la energía femenina.

En mi mente, que a veces parece un baúl desordenado, enlazo ideas entre el ideario sutil y el mundo emocional. Total, que he ido a tropezar con el legado de algunas emociones en nuestra cultura. ¿Es la ira una emoción femenina o masculina? ¿Está permitida a las mujeres? ¿Podemos manifestar la ira desde el fondo de nuestro canal vaginal o no tenemos ese permiso?

La ira es una emoción estigmatizada

Y lo es especialmente para las mujeres, a las que nos enseñan que una mujer enfadada no gusta, también para las mujeres trans que se las tilda o bien de histéricas o de hacer de hombres. Así pues, entiendo que la ira es una energía que etiquetamos de masculina, ¿no? ¿Cómo lo ves?

El caso es que pensando sobre por qué la ira es inadecuada en la piel de las mujeres, me doy cuenta de que en cierto modo es porque aparenta rechazo a la propia feminidad. Segunda pregunta: ¿Cómo es una criatura humana femenina? 

Más allá de las razones por las que reprimes la ira, en caso de que lo hagas, debes saber que ocurre algo terrible: estás borrando la relación con una de tus grandes aliadas. La ira aparece cuando nos ofenden, cuando menosprecian nuestros valores, cuando nos sentimos amenazadas o amenazan a alguien que amamos y cuando sentimos que no se está haciendo justicia. Así que la ira es el catalizador de la impotencia que sentimos en determinadas situaciones en las que se nos está agrediendo. Fisiológicamente la ira nos activa, hace que la sangre corra a mayor presión, se acelere la respiración y la adrenalina se dispare para llevarnos a la acción.

Ésta profunda transformación física puede hacer que nos sintamos fuera de control y se activen los introyectos con los que hemos crecido: ¿Puedo gritar? ¿Puedo poner un límite con determinación? ¿Puedo defenderme de un ataque directo? ¿Es posible que esta sensación de estar fuera de control se deba a que nos hemos ido alienando y disociando de nuestra fuerza y ​​poder?

¿Qué ocurre cuando reprimimos la ira?

Pues ocurre que, o bien se vuelve contra nosotros y la somatizamos con depres, enfermedades, consecuencias físicas o bien, explotamos de una forma exagerada e inapropiada. Cuando me formaba como terapeuta no soportaba el contacto físico, en la familia gestáltica somos mucho de tocarnos en dinámicas, darnos abrazos, cuando hacemos trabajo corporal… a mí me daba mucha rabia porque me veía forzada por la situación, me sentía empujada a dar permiso a contactar con la intimidad de mi cuerpo…. no quería y al mismo tiempo tenía miedo de defender mi territorio. Así que muchas veces hacía las dinámicas reprimiendo la rabia que me daba ese contacto y salía de los grupos con un herpes en el labio, casi que salía de forma instantánea.

También recuerdo cuando era más pequeña y mi hermano me molestaba haciendo abuso de su poder de hermano mayor. Me molestaba hasta que yo perdía los papeles y montaba un gran drama. Entonces, claro, la bronca para mí porque estaba gritando. 

El caso es que este chasquido de rabia iracunda era porque se estaba ignorando mi necesidad y sentimientos…. la frase estrella de la pequeña Cris era «¡déjame! ¡déjame en paz!» Lo decía a la mínima y siempre había un adulto por allí que, sin entrar a valorar la intención, chasqueaba «¡ay esa niña siempre grita!» Y así es cómo se configura una imagen: pueden hacer contigo lo que quieran que si te quejas desmesuradamente, pierdes la razón. Por tanto… ¿Qué aprende esta criatura? A desconectarse de su necesidad, callarse y reprimirse.

Madurar la relación con la ira pasa por respetar los propios límites y aprender a discernir con total soberanía del propio poder personal.

En la consulta, evidentemente, vienen mujeres que tienen una relación complicada con su ira ya menudo han aprendido a reprimirla. Somos como un grupo de espejitos que nos vamos poniendo delante muchas heridas compartidas. Uno de los ejercicios que me gusta proponer es evocar una situación en la que se está muy enfadada, llevar al cuerpo la sensación de que se siente cuando una está inmersa en la profundidad de la ira. Intensificar el sentimiento en el cuerpo, ampliarlo. Como estamos en un contexto seguro, a través de mi voz, le recuerdo que estamos juntas en esta exploración, que yo estoy aquí para que ella no se vaya lejos. Así se va entregando a la experiencia y dejando que fluya ese poder en su cuerpo.

Al principio puede parecer caótico esto de dirigir las emociones y escucharlas pero lo que estamos haciendo es reconocer y validar, por lo que se restaura la relación (a menudo deteriorada) con una parte instintiva.

Cuando entendemos el lenguaje de la ira podemos empezar a realizar cambios en nuestra vida pero no por qué molesten a terceros sino porque nos respetamos y acogemos en todas nuestras formas. Acogiendo la ira quizás te das cuenta de que es un lenguaje que te protege de una herida muy antigua. Quizás te da la pista para reafirmar tus fronteras y poner límites a otras personas. Quizás te das cuenta de una nueva forma de defenderte de los demás de una forma constructiva y respetuosa contigo. Lo más probable es que te des cuenta de que la fuente que alimenta tu ira es haber silenciado las propias necesidades durante demasiado tiempo.

Especialmente en las personas que han sufrido traumas y abusos, la ira puede ser una fiel compañera. Es vital en los procesos de reprocesamiento del trauma crear un sistema de soporte en el que se pueda desarrollar un modelo de amabilidad hacia todos los sentimientos.

La ira es esencial para saber dónde están nuestras raíces

Así que la ira aparece para protegernos, lo tengo clarísimo, es como un guardián feroz que protege a las partes que todavía están demasiado tiernas para ser vistas. Pero también nos muestra el desacuerdo con el statu quo. Es la voz que necesita subir un par de tonos porque nadie le escucha. De nosotrxs depende que al menos la escuchemos nosotros mismas, dignificarla con nuestra atención.

La ira puede convertirse en la espada que nos ayude a discernir: No arremete contra nadie pero es inflexible cuando debe defender los límites y enseñar a los demás a que te respeten cómo lo haces tú contigo misma.